Por Julio Batista
Hay una especie entre los humanos que ha colonizado casi todos los continentes, sin raza fija, sin semblante determinado o un simple carné identificativo. Una mutación cromosómica que, con el transcurso de los siglos, ha ido adquiriendo facultades casi divinas.
No son un legado de la modernidad como algunos podrían pensar. Aunque, sin lugar a dudas, han encontrado en esta era de papeles y reglas su hábitat natural. Seres destinados por la divina providencia a marcar el ritmo de buena parte de nuestras acciones en esta vida.