martes, 12 de julio de 2011

El Militante


Por Julio Batista
El militante es de la clase de personas distinguibles fácilmente por encima de cualquier ropa; sin necesidad de escucharla o revisar su documentación.
Puede ser blanco, negro, asiático, joven o viejo, hippie, trovador clandestino, marxista por aburrimiento o convicción. Pero lo que no puede faltarle a un buen militante es la fe. Sí, la fe; porque, a pesar de las grandes diferencias entre el materialismo dialéctico y la teología, no hay seres más parecidos que un militante y un devoto.

El religioso, el de verdad, ese que lleva sus creencias con seriedad y no exhibiéndolas como adornos de feria, se apoya en su fe para seguir adelante, sin importar cuantas veces tope su frente con el muro; siempre con la confianza depositada en el mañana, en un ser superior.
El militante, el de verdad, ese que no se acuerda de la militancia el día de la cotización, ni masculla en voz baja imprecaciones por la reunión pospuesta para después de las 6:00 pm, se apoya en sus convicciones para enfrentar la vida cada día, sin importar cuántas veces choque contra los buroes; siempre con la confianza depositada en el mañana, en una sociedad construida por seres mejores.
Existen dos tipos fundamentales de militante. Está el de guayabera, tabaco y portafolio, con un chofer y una oficina abarrotada de archivos. Este espécimen ya está en fase de extinción, asesinado por su variante, un modelo más acorde a estos tiempos, pero que mantiene la esencia.
El de ahora dejó la guayabera para usar un confortable pulóver o camisa más juvenil, por eso del calor. Odia el tabaco por la peste y por lo perjudicial. El portafolio lo redujo a una agenda y los archivos los tiene en digital, para tenerlos “a mano” en la computadora. Y el chofer, bueno, siempre que pueda el chofer será él mismo, así reduce la plantilla. Sin embargo no me interesa este tipo de militante, es demasiado sencillo ser militante así.
Hoy quiero dedicarme al militante común, “de base”, para hablar en términos que puedan comprender todos. Al que se levanta en la mañana y sale a domar ómnibus, práctica que debería incluirse en la lista de deportes extremos. A ese que participa puntualmente en todas las reuniones, con la certeza de no estar perdiendo el tiempo.
Al militante que en la mitad de los plenarios se queda solo con el 50 por ciento de la información por la mala costumbre de hacer los informes en un lenguaje parecido al Sánscrito, solo comprendido por una ínfima parte de los humanos.
Ahora me interesa el militante raso, sin cargos, el que nunca ha tenido ni tendrá una oficina propia, ni un carro. Ese que llega temprano a su trabajo y sale a la hora establecida, sin una secretaria que haga café y se aprenda la excusa de las reuniones.
El hombre sencillo, que no habla en consignas. El ser humano que le pide a los santos cuando los hombres no responden. Que tiene un cuadro del Che en la sala y un santoral en la cocina, y que guarda en la misma gaveta del armario el carné y un rosario de nácar.
A ese hombre que dejó sus mejores años trabajando con la certidumbre de estar labrando el futuro de un país, asegurando una sociedad humana para sus hijos y nietos. Al mismo que se retira con un modestísimo sueldo y sigue esperando que las aguas tomen su nivel, mientras recuerda la época en que el sueldo llegaba a fin de mes.
Ese es el militante, el que, consciente de su realidad, trata de cambiarla, porque sería peor seguirle la corriente. Aunque sea más sencilla y cómoda la segunda opción. El hombre incapaz de encontrar el capítulo correcto de El Capital para explicarle a los suyos que un vendedor del agro viva mejor que un profesional.
Con ese militante me quedo. Porque no es político, sino el mejor retrato del cubano, ese que es posible distinguirlo por encima de cualquier ropa, sin necesidad de escucharlo o revisar su documentación. Que puede ser blanco, negro, asiático, joven o viejo, hippie, trovador clandestino, marxista por aburrimiento o convicción. Pero a quien le es imprescindible la fe. La Fe en un mañana mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus opiniones cuentan...dímelas