domingo, 17 de julio de 2011

Los Burócratas


Por Julio Batista
Hay una especie entre los humanos que ha colonizado casi todos los continentes, sin raza fija, sin semblante determinado o un simple carné identificativo. Una mutación cromosómica que, con el transcurso de los siglos, ha ido adquiriendo facultades casi divinas.
No son un legado de la modernidad como algunos podrían pensar. Aunque, sin lugar a dudas, han encontrado en esta era de papeles y reglas su hábitat natural. Seres destinados por la divina providencia a marcar el ritmo de buena parte de nuestras acciones en esta vida.

Sentados en sus tronos de madera, adornados mayoritariamente con gavetas donde reposan los secretos de su poder, esos entes parecen observarnos de la misma forma en que miran las estatuas: de una manera fría, silenciosa, desesperadamente calma… mientras repiten frases memorizadas.
El primero de la estirpe debió ser una persona sin nada que hacer, con el suficiente tiempo disponible, sin distracciones, amigo de su mesa de trabajo, enemigo del avance, y con muchos, muchos deseos de enredarle la existencia a las futuras generaciones.
En sus inicios era extraño hallarlos, al menos eso espero, sobre todo por la falta de instrucción de la etapa medieval, y además, porque en esa época las reglas eran simples: la iglesia y la nobleza encabezada por los reyes decidían por usted. Sin embargo, transformando un poco los nombres y cargos, bien podría decirse que, desde entonces, solo ha cambiado el nivel de instrucción.
Acumular papeles ha sido convertido en arte por los burócratas.
Pero regresemos a lo que nos ocupa. Ahora se replican con mayor facilidad, a la usanza de los virus. Son simples de fabricar y cualquiera puede tener uno en casa (afortunadamente casi nadie es tan imbécil). Un poco de sarcasmo, algo de indiferencia, algún que otro gen de polilla para alimentar el fanatismo a los papeles, no se le ocurra poner ni una pizca de valor, en cambio añada dogmatismo en grandes cantidades –eso sí es fundamental-; y si lo desea un par de neuronas, no más de dos por favor, podría salir cualquier engendro y uno debe ser responsable de sus creaciones. Se revuelve bien hasta que la mezcla esté homogénea y se deja reposar, no espere demasiado, al cabo de un par de minutos ya estará listo su propio “burócrata”.
Con esta materia prima ya puede lanzarlo al mundo, el resto del oficio lo aprenderá con la práctica. Claro, la verdadera destreza solo se alcanza con años de arduo labor tras el buró, después de haber agotado la paciencia, el tiempo y el aplomo de cuanto ser humano caiga en sus manos.
Si alguien quisiera ver a un ser mítico, con verdaderos poderes para transformar nuestras vidas, en lugar de asistir a interminables sesiones de espiritismo debería intentar algún trámite. Basta con eso, él burócrata irá solo hacia usted, sin que se le llame o tenga necesidad de sacrificar animales para invocarlo.
A partir de entonces usted estará a su merced. Indefenso en un área donde el burócrata, sonriente y complacido, se desenvuelve con ademanes majestuosos, propios de quien se sabe dueño de la situación.
¿Cronos? Era un niño en pañales a su lado. ¿Las tres Parcas? Adorables abuelas que tejían abrigos. El burócrata los despachó de un plumazo, porque ni los griegos en sus peores tragedias pudieron imaginarlos. De haberlo hecho Edipo no se sacaría los ojos, pues su acta de nacimiento, sin los métodos de archivo y los transportes modernos, hubiese llegado después de que la muerte natural lo reclamara.
No importa la raza, o la casta... el burócrata florece en cualquier lugar.
El burócrata se apropia de facultades imposibles de alcanzar por los humanos comunes. Puede detener su tiempo, congelarlo en una avalancha de documentación y sellos, cuños, firmas y permisos. Desafiar la lógica y llevarlo al borde del suicidio y la locura mientras mantiene la misma sonrisa y le dice por quincuagésima novena ocasión: “Hay, disculpe, pero le falta una firma…” 
Y todavía los doctores se preguntan las causas del nivel de estrés de en la población y del aumento de los infartos masivos. Si en lugar de estudiar la anatomía humana, se dedicaran a diseccionar el putrefacto cadáver viviente de un burócrata la respuesta saltaría a la vista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus opiniones cuentan...dímelas