miércoles, 19 de enero de 2011

La novela brasileña o el trueque maldito de lo popular


Telenovela La Favorita, recien finalizada en la televisión cubana

Por Carlos Manuel Álvarez Rodríguez

He vuelto, después de mucho tiempo -después de un larguísimo, interminable tiempo-, a respirar feliz. Ya puedo sentarme sin miedo en el sillón carmelita de la sala de mi casa. Ha finalizado la telenovela brasileña, el último regalo de la cadena O´Globo. Una novela que bien parece otra cosa: lengua pálida, burlona, desafiante; trompetilla del capitalismo; comentario de Resillez; gorda en pelotas a la luz de la luna.
Ahora saldrá a la palestra algún especialista reconocido, y con extrema benevolencia, en una de las páginas culturales de nuestros diarios, evaluará lo positivo y lo negativo, la fotografía, las actuaciones, el suspenso, los ganchos dramáticos, los zapatos azules y la intertextualidad medieval.
Pero, verdaderamente, casi todos sabemos que La favorita ha sido el horror. Ni más ni menos. Y que la única relación que puede guardar con la Edad Media, estriba en la Inquisición. O sea, a La favorita, heroína popular, habrá que llevarla a la hoguera pública.
Aunque, como es natural, este tipo de producto tiene sus ventajas. Te acomodas, disfrutas el último capítulo y ya sabes de qué fue, lo entiendes todo. Al menos no exige, como ciertas novelas de Joyce, una concentración extrema, un total aislamiento del mundo. Incluso, no es necesario tomar asiento ni nada por el estilo. Usted puede hacer el amor (siempre que no se demore demasiado), ir cocinando, planchar, atender a sus hijos, tomarse un café, y darle de vez en cuando una vuelta al televisor. No se habrá perdido nada, salvo dos o tres preciosas vistas de Río de Janeiro, unos cuantos muslos tersos, actrices deslumbrantes. En ese sentido los productores brasileños cuidan muchísimo al espectador.
Bastan quince minutos y uno se implica con las tramas y subtramas. Con las infidelidades y los muertos y los desequilibrados de la novela. Y conoces que hubo un viejo, un señor honrado, un Florentino Ariza que esperó 50 años por su amor: la mujer de un empresario recientemente fallecido.
Pero hay más: una hermosa adúltera termina loca y tirita de frío por las calles mientras el resto de las personas se pasea en camiseta. Un ecologista medio imbécil. Un político corrupto, en estado de gracia, confiesa sus deslices, sus fachos administrativos. La protagonista, en el summun de los guiños literarios, logra escapar de la cárcel al intercambiarse con un cadáver. Y sale con la identidad de la supuesta muerta: una traficante de armas, presunta millonaria, o casi. Pero la única relación que guarda Donatella (patética actuación: estampa compungida y nariz roja) con el Edmundo Dantés de Alejandro Dumas, es, evidentemente, la furia endemoniada del sujeto íntegro; el inocente rebajado a las traiciones y bajezas humanas.
Y todo eso está muy bien. Contrario a lo que parece, a mí me satisface la programación cubana. Porque hay que entender, el entretenimiento es primordial en un país sin economía, con una realidad demasiado cruda y compleja. Y claro está, el horario de la novela es para desconectar. En eso coincidimos. Nada de arte. O de decencia.
En lo que sí no coincidimos es en el principal acertijo de La favorita. Su árbol genealógico. El desprendimiento filial de los brasileños. Ahí nadie sabe quién es hijo de quién, ni cuál es el heredero, y la mayoría se parecen, y cualquiera cría a cualquiera, y todos somos de todos y nadie es de nadie. Entonces, lógicamente, la gente se confunde. Se enamoran de los hermanos, besan a los primos, vacilan a las tías abuelas, aunque no corran peligro, y ellos, los actores, lo saben, por eso se arriesgan, porque ahí está la mano del guionista para sacarlos del enredo, y al final nadie saldrá con un hijo Down o distrófico.
Por otra parte, me agrada la inverosimilitud de algunos pasajes. A excepción de Edipo Rey, yo no he leído ningún clásico griego. Pero alguien me dijo que Eurípides se burla en sus tragedias de las evidentes incongruencias en el desarrollo de ciertos mitos antiguos. Obviamente, yo no soy Eurípides, pero La Favorita tampoco es Orestes, por lo que puedo mofarme con plena libertad de las fantasías que O´Globo le vende al mundo. La dueña de un prostíbulo, o mejor, de un prostibulillo, se sienta a la mesa a comer con un magnate poderoso, con el hombre que manda a pedir su helicóptero cuando en las calles de Río hay mucho tráfico. Y cada cual tiene su estilo, y si trabajas mucho labras una fortuna, y las luces y los carros y la felicidad postmortem.
Me pregunto dos cosas. Una: si Mayté Vera no será colaboradora de esa gente. Dos: quién carajo habrá introducido las novelas brasileñas en Cuba, en un país donde afloran los debates, y se aboga por el desarrollo cultural, y se lucha por la participación activa de las masas; para entonces, de golpe, llenarnos la cabeza de basura con esta mercancía pavorosa que más bien parece una lluvia ácida o un espectáculo de circo. La favorita vende, pero en nuestra calurosa nación lo comercial es punto muerto, está más enterrado de lo que debería, por lo que estos alardes de enajenación son gratuitos. Las encuestas dirán otra cosa, dirán que la novela gusta y se prefiere. Pero el gusto es volátil, cuestión de enseñanza, de tradición, algo que martille durante treinta años termina por gustar. Aunque La favorita no es un martillo. Es un garrote.
También me pregunto lo siguiente: por qué las críticas a las novelas brasileñas son tan dóciles y en una de las páginas culturales de uno de nuestros periódicos insignias aparece, así, sin más, como caído de Marte, un artículo despiadado y obsoleto contra una novela cubana, que sin ser, ni mucho menos, un dechado de virtudes, tocaba puntos neurálgicos de la sociedad, dialogaba con determinados conflictos, tendía al mejoramiento humano, más allá de los fantasmas con arrugas y de la invisibilidad y las arrugas de la edición.
Mejor no pregunto tanto y cambio de canal. Ya ni siquiera veo la pelota. Ora porque los mejores peloteros son los que pueblan tu infancia, ora porque uno sabe que mucho de los mejores peloteros de Cuba no están presentes, ora porque el pitcheo antillano es más ingenuo que el señor Gonzalo. Lo cierto es que esas cuestiones entristecen el alma.
Busco en los canales educativos y sigo de largo. A veces, cuando lo atrapo, me siento a ver Escriba y Lea. Eso sí es programa, digo, y lo disfruto un rato. A las dos o tres decepciones apago el televisor. No es posible, hay trampas. Pero los panelistas son legítimos. Y lanzo una última pregunta: cómo coño esta gente sabe tanto. Lo que me devuelve de plano al horario de la novela. A desconectar. Por tanto, puede que me equivoque, y ser La Favorita un clásico de la ironía y el dato escondido. Recuerden, para ese entonces, que me gustó el personaje de Dodi (¿se escribirá así?), sus muecas, su eterno chicle, su incontrolable sentido del humor. Y también el tema musical.
Mientras tanto sigo en la espera. La Doctora María Dolores Ortiz y el Doctor Pérez Herrero son demasiado, demasiado buenos actores. Pero sé, estoy casi seguro, si me dejo llevar por la línea de descenso, que la próxima telenovela estará infinitamente peor. Y quizás esto forme parte del intercambio cultural entre los pueblos latinoamericanos, y es muy probable que O´Globo, el cuarto conglomerado de medios de comunicación a nivel mundial, nos siga proponiendo de buena fe sus productos en serie, sus jodidos negocios, y cuando ni yo ni este artículo existamos, la novela brasileña existirá, y cuando mi generación muera, mis hijos y los hijos de mis hijos seguirán disfrutando de más Favoritas, y cuando Cuba no sea más que un verso de Lezama, una frase de Martí, un empaste de Portocarrero, un acorde de Brouwer, un parlamento de Memorias, en fin, un diminuto, utópico y glorioso párrafo en el testamento de la Historia, el espacio de la novela seguirá en pie, viajará por la galaxia, regará su estela sobre la noche insular, en busca de otra tierra lejana y solitaria, y si por alguna terrible casualidad las series brasileñas desaparecieran, ahí estará la burocracia, los funcionarios, inamovibles, más allá del tiempo y de los gustos, para decirle a la población que no se preocupe, que en nombre de la identidad continental, y otros asuntos de vital importancia, echaremos mano, y pondremos para ustedes, el excelso arte de las novelas mexicanas.


1 comentario:

  1. HEY CARLOS, SOY YO, LADY GAGA. ME HA PARECIDO ACERTADO LO QUE HAS ESCRITO. NO SOY DE LOS QUE ALABA TODO LO QUE HACES, PORQUE NO ME GUSTA HACERLO Y ESO LO SABES SOBRADAMENTE. ESTO, COMO MUCHAS OTRAS COSAS QUE HE LEÍDO DE TI, MERECE UNOS MINUTOS FRENTE A LA PANTALLA DE LA PC. SIN EMBARGO, «ALGUIEN» ME HA DICHO INTENCIONALMENTE QUE TE DIGA UN ELEMENTO QUE OLVIDASTE (Y CON EL CUAL CONCUERDO). OLVIDASTE MENCIONAR LA ACTUACIÓN DE PATRÍCIA PILLAR, QUIEN INTERPRETÓ A FLORA. FUE MUY BUENO EL TRABAJO QUE ELLA HIZO EN LA NOVELA. A MÍ Y A ESE O ESA «ALGUIEN» NOS DIJO MUCHO SU ACTUACIÓN, SU CAPACIDAD PARA ACOGER TANTAS PERSONALIDADES DIFERENTES EN UN PERSONAJE ÚNICO. ESO NO SE PUEDE SOSLAYAR. PERO BUENO, TÚ DICES QUE TE GUSTÓ MÁS DODI. SI LO HUBIERA DICHO YO LA RED DE REDES ESTUVIERA AÚN HABLANDO MAL DE MÍ. BUENO, AMIGO, SOLO ESO, Y DECIRTE POR PRIMERA VEZ DESDE QUE ESTAMOS MÁS UNIDOS QUE ERES UNA PERSONA ESPECIAL. Y ESTOY CONTENTO DE HABERTE CONOCIDO. LADY GAGA.............

    ResponderEliminar

Tus opiniones cuentan...dímelas