miércoles, 2 de febrero de 2011

“(…) la literatura es un oficio de una larga, larguísima paciencia”


Saruzky, Premio Nacional de Literatura 2004
Lo dice Jaime Sarusky Miller, intelectual de las letras a quien está dedicada la XX Feria Internacional del Libro de La Habana, junto al historiador Fernando Martínez Heredia
Por Jaime Masó Torres
Convertir a la literatura en un asidero emocional, me parece, un pretexto de quienes se atreven a cargar en el hombro la responsabilidad, más que placer, de escribir. Sin embargo, hacer de  la literatura la herramienta para contar historias atractivas, basadas en la investigación profunda y analítica, recibe también el mérito. No estoy diciendo que el poeta no plasme en sus versos fragmentos de su vida o la de sus amigos, ni que un tipo de escritor se sobreponga al otro, nada de eso. A lo mejor, quien se detuvo –como regla esencial para crecer en este campo- ante la obra de Jaime Sarusky (La Habana 1931), encontraron la combinación de ambas cosas. Es Jaime Sarusky Miller, más allá de escritor, periodista e investigador, un intelectual cuyos trabajos, al decir Nancy Morejón, “ha contribuido como nadie al dibujo certero de esas minorías étnicas que en el Caribe nuestro han aportado y siguen aportando al perfil definitivo de una existencia sometida (…)”.
¿Imaginó en algún momento llegar a ser el escritor que es hoy? 
No, esas son ideas un poco ciderales. Uno cuando empieza tiene preocupaciones por hacer las cosas bien, no ser un novato y que lo que uno escriba sea aceptado como bueno, pero nunca  que uno va a triunfar, no es mi caso.Yo no pienso que he triunfado. No pienso que se truinfa de esa manera. El triunfo está en hacer bien las cosas cada vez, o sea, que cada libro esté mejor escrito o que esté mejor que el otro. Ya lo demás se sale un poco, a juzgar por mi, se sale de mis posibilidades; no puedo pensar en eso, porque entonces me pierdo y el ego ese inflado perjudica obviamente el trabajo de la profesión.
Al otorgársele el Premio Nacional de Literatura 2004, el jurado, que presidió el escritor Reynaldo González, reconoció por unanimidad su sostenida contribución a la novela, al periodismo cultural y a la difusión de aspectos poco exploraos de la cultura local. Al respecto, ¿qué significación adquiere para usted haber guiado su labor intelectual por estos caminos?
A veces uno dice: “no sé por qué me premian si yo estoy haciendo lo que me gusta”, pues hay cientos de personas que no tienen la suerte o la posibilidad de estar haciendo el trabajo que les gusta.  La diferencia  es gigantezca, entre alguien que hace lo que le gusta y alguien que de alguna manera, se siente forzado por las circunstancias a hacer lo que no le gusta. Me parece que es como del día a la noche.  Yo estoy haciendo desde hace muchos años, más de 50 años, quizás más de 55, algo que me gusta. Renuncié a muchas cosas para poder hacer esto. Yo me siento no realizado, y digo no realizado porque creo que solo con cada libro , con cada texto que yo escribo, al ver el final, es que me doy cuenta que las cosas van bien o renuncio a pensar eso, porque creo que todavía  puede ser mejorado. Entonces pongo el papel de un lado y lo renuevo.
Asegura el periodista  Pepe Viñoles que usted ha sido un testigo privilegiado de un antes, un después y un hoy de Cuba. A tono con esto, me gustaría saber, ¿cómo valora la evolución histórica y cultural de la sociedad cubana?
¿Sabes lo que ocurre? Nosotros somos demasiados exagerados para exigir. Hay mucha razón en la frase de Máximo Gómez de que los cubanos o nos pasamos o nos quedábamos cortos. Creo que es importantísimo el salto de cada día, minuto a minuto de la cultura cubana. Recuerdo muy bien cómo eran las cosas antes de la Revolución. Basta con leer algún texto de manera general sobre la cultura antes. Alguien me decía: hay tantas cosas por ver en este país, en teatro, la música, la literatura…Y es que hoy, comparados con otros países, incluso vecinos, estamos muy por encima. Lo que ocurre es que, somos un poco avaros a la hora de enjuiciarnos a nosotros mismos y de hacer un elogio.
Los enemigos de Cuba advierten y hasta se atreven a pronosticar una caída en todos los órdenes dentro del país, pintando de oscuro nuestro destino.  Desde su punto de vista, ¿cómo ve el futuro en la Isla?
No, usted me está pidiendo algo que yo no puedo complacer,  porque no soy “pitoniso” (se ríe) ni puedo prever el futuro. Creo que, sencillamente, eso lo podría decir un buen economista que siga paso a paso el ritmo del desarrollo. No me atrevo a hacer ese vaticinio. Confío, pues siempre lo he  hecho, en que las cosas irán mejorando cada vez más. Tomando en cuenta los cambios, sobre todo, la vergüenza del cubano, su responsabilidad y su madurez.
¿Qué cosas específicas, irritan la personalidad de Jaime Sarusky?
Me irrita enormemente la irresponsabilidad, la dejadez y el no tener conciencia de hacer las cosas bien hechas cada vez, y al mismo tiempo, demostrar falta de respeto por el semejante. Pero no soy tan pesimista. No voy a decir que todo es un desastre, pero tampoco diré que todo es la maravilla. La exageración no beneficia a nadie.
Una de sus principales obras




¿Si no hubiese escrito La búsqueda o Rebelión en la octava casa, por ejemplo, cree  que su obra no hubiese pasado los límites de lo trascendental?
No sé, nunca me había planteado eso. Pero estoy seguro de que si no hubiera sido aceptada, seguiría escribiendo hasta ver en qué momento sería aceptada pues yo escribo para comunicarme y, claro, para que se acepte lo que escribo. La vida es complejísima y no se pueden simplificar las cosas, de lo contrario estaríamos muy mal.
¿Cuáles son los fantasmas que siempre lo han perseguido?
(Se ríe) Y por qué no me preguntas de los fantasmas que me he librado. Claro, todos tenemos fantasmas, usted debe tener algún que otro fantasma que lo persigue. Verdaderamente, no tengo tiempo ya, los tuve cuando era joven y estaba inseguro. Hoy no pierdo el tiempo buscando los fantasmas, porque no los hay. Lo que sí hay es mucho trabajo por delante, perfeccionar al máximo lo que hago, tener preocupación por el mundo en el que vivo y tratar de lo que estoy haciendo  deje una pequeña huella, solamente eso. Si tengo alguna ambición  más allá de mi persona es que lo que yo escriba quede de alguna manera y pueda serle útil a  alguien de mi generación o de generaciones posteriores.
Citando al intelectual cubano Ambrosio Fornet usted “reinventó el periodismo antropológico para contar esas vidas, experiencias de desarraigos, denuedo y sacrificio en las que se resume la modesta capacidad del ser humano para explotar nuevos mundos no por codicia ni por espíritu aventurero, sino por la irrenunciable aspiración de mejorar la propia suerte y poder de envejecer en paz”. Le pregunto, ¿por qué centrar, mayormente, su investigación en grupos sociales poco estudiados en Cuba? ¿Tuvo alguna motivación en especial?
Varias coyunturas en ese proceso. En el año 70 tuve que cambiar de tren  para poder ir al norte  de Las Tunas, pues las vías eran de tramo diferentes en Omaja.  Caminando por el pueblo, mientras esperaba las dos horas del tren, me extrañaba y sorprendía porque es  un lugar con una arquitectura de corte americano.
 Por ejemplo, vi un bar que parecía un bar típico del oeste norteamericano. Allí también vi casas propias del sur y oeste de los Estados Unidos. Me pregunté ¿qué cosa es esto? A partir de ahí me di cuenta que era un mundo dentro del mundo de Cuba. Después, los primeros sorprendidos fueron las personas en Suecia al saber que hubo en Cuba una importante colonia de suecos en el centro de la provincia de Oriente.
Después me enteré que hubo hindúes y me adentré de lleno a estudiar esta cultura. Hay quienes dicen que es por mi origen, ya que mis padres fueron inmigrantes, pero era en realidad,  el periodista el que  estaba buscando una noticia que nadie nunca había dado.
Jaime Saruzky Miller, La Habana 1931
La narrativa cubana contemporánea pasa, según algunos escritores, por momentos trascendentales y otros advierten que se ve amenazada por el apuro. ¿Qué piensa usted?
Ni una cosa ni la otra. Ninguna literatura es trascendental ni pasa por momentos trascendentales, no sé de dónde sacan eso. ¿Quiénes son los que quieren terminar rápido sus escritos? Los que tienen prisa por triunfar. Mire, la literatura es un oficio de una larga, larguísima paciencia. Se debe de tener mucha calma y no ser tan vanidoso como para querer tener el éxito mañana sin haber trabajado duro y no tiene constancia y obsesión por lo que está haciendo. Si usted lo que quiere es tener éxito y no tiene tanto interés por lo que hace, mejor retírese y dedíquese a que lo vean por televisión, para que su ego sienta esas grandes satisfacciones. Este es un oficio solitario, silencioso, encerrado dentro de usted mismo, no buscando el triunfo con otras cosas colaterales que no sea la propia escritura.
Una vez que el tiempo disponga de su vida, ¿cómo quisiera ser recordado?
No puedo adelantarme a eso. Hago lo que puedo sin pensar en lo otro. Si me recuerdan bien como que no fui un canalla, me alegro. Si hay alguna persona, no lo dudo, que de todas maneras quiere pensar que yo soy un canalla, bueno, allá ellos con su tristeza y amargura. No puedo hacer nada, en ese sentido.

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