domingo, 5 de diciembre de 2010

¡Gracias Liuba!


Por Julio Batista
Me es imposible escuchar esta canción sin estremecerme de pies a cabeza. Sin que me vengan a la  mente imágenes de mi infancia, cuando mi abuelo entretenía las noches de apagón con historias fabulosas y viajes que jamás realizó para alimentar la imaginación de un niño que no se cansaba de escucharlo.

Es muy posible que ese efecto lo sientan la mayoría de las personas que la escuchen, porque más allá de la melodiosa voz y la hermosa letra, esa podría ser la historia de cualquier cubano. Una historia de emigración, búsqueda de sueños, de felicidad y de mucha añoranza, añoranza por una tierra que nunca dejó de ser nuestra, a pesar de la distancia.
De allí llegaron muchos de nuestros abuelos, o los abuelos de nuestros padres. Esos que se encargaron de mantener vivos los chorizos, y potajes en nuestra cocina. Los que continuaron pronunciando la Z, a pesar del vocabulario mulato que adopatron para moverse en su nueva realidad
Los abuelos son esos magos a los que todos los niños deberían tener derecho. Quienes logran trocar en risa el llanto. Por eso hoy repito una frase del profe Sexto que estoy convencido apoyarán: "Los abuelos miman, aplauden, amparan, y como clientes distraídos de la bodega, se marchan sin esperar el vuelto de su moneda".
Los "viejos" esconden sus achaques para que no nos preocupemos, dejan de lado los dolores propios para ocuparse de los nuestros, olvidando el sueño y el cansancio. No piden nada a cambio, más allá de un buenos días, un par de besos y la sonrisa cómplice de vez en cuando, algo que deberíamos regalarles a cada instante.
Esta canción no relata mi historia. Afortunadamente mis dos abuelos viven. A los dos los adoro y de ambos he aprendido a ser quien soy, entre otras personas, a ellos soy deudor de mi identidad. Uno de ellos me enseñó a cocinar con el ejemplo, el otro se encargó de que no tuviera reparo en decir lo que pensaba, de los dos vino la decencia y el respeto. Pero, cuando vi a mi padre con las lágrimas a punto de saltar mientras veía este video... entendí.
Entendí porqué se me hace un nudo en la garganta cuando canto esta canción, entendí que más allá de las generaciones y las situaciones, todos tememos perder a nuestros magos personales; de despertar sabiendo que no estarán allí para consolarnos o entendernos, para salvar el día con una sonrisa, o para hacernos soñar mientras entretienen una noche cualquiera de apagón.

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