martes, 9 de noviembre de 2010

Yo perdí

Por Julio Batista
Ayer expulsé a mi primer alumno del aula. Y contrario a lo que muchos puedan creer, estoy seguro de que yo mismo me se sentí peor que ese muchacho. En verdad hasta ese momento pensaba que los profesores sentían verdadero placer al "botarnos de la clase", pero descubrí que no es nada parecido al placer, mas bien, me supo a frustración.

Ahora comprendo la sensación de derrota, sí, derrota. Porque al expusarlo del aula no salí ganando, fue mi declaración de impotencia ante un muchacho que no se sentía interesado en mi clase, en los conocimiento que humildemente les estaba intentando transmitir.
La paciencia nunca ha sido uno de mis fuertes, y esa es una deficiencia de la que estoy consciente, sobre todo ahora que tengo la responsabilidad de enseñar. Pero hasta ese instante las clases con los muchachos habían sido muy buenas, mucho mejor de lo que podía esperar para las referencias que me habían dado antes de conocerlos.
Estoy convencido ahora de que expulsarlos del aula no es la solución, como tampoco lo es dejarlos hacer de la clase su área de recreo. Por el contrario, cada vez me convenzo más de que la mejor estrategia es entretenerlos, tratar de mantenerlos ocupados en el contenido, que se interesen por saber más, que pregunten, que no se sientan encerrados en el aula. Y en ocasiones lo consigo, de hecho mis alumnos no interrumpen la clase casi nunca y jamás piden los cinco sagrados minutos de descanso entre turnos a los que tienen derecho.
Entonces no me explico por qué no pude lograr lo mismo con él. Evidentemente cada persona es un mundo, y no puedo aspirar a caerle bien a todos,no soy una onza de oro. Pero no por eso dejo de sentirme mal, quizás lo que más me duela sea mi amor propio. El hecho de saber que no pude controlarlo no ayuda mucho a mi autoestima.
Solo me reconforta el hecho de que el resto de mis estudiantes mantuvieron la disciplina, y estoy seguro de que no era por el miedo a ser los próximos en salir, pues en sus rostros veía el deseo de aprender lo poco que les podía aportar otro  muchacho de 21 que le pone todo su empeño a cada clase para que sea un poco mejor cada día.

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