lunes, 16 de agosto de 2010

Al filo de la credibilidad

La credibilidad no se compra
Por Julio Batista Rodríguez
Hablaba ayer en mi casa sobre las diferencias entre la contundencia de algunos criterios, de la validez que le otorgamos a lo que escuchamos o leemos. Como era de esperarse las opiniones fueron diversas. 
Siempre he creido que la credibilidad de un comentario, incluso del comentarista, pasa por la autenticidad de los pensamientos. No quiero decir con esto que deban ser originales cien por ciento, aunque eso brindaría puntos extras, pero sí tienen que ser sinceros. Para convencer primero hay que estar covencido uno mismo, de lo contrario todo lo expresado sonará falso, incluso, las más grandes verdades.Que alguien crea realmente en lo que dice es la principal condición para ser tomado en serio, de lo contrario no pasará de ser otro vocero, uno de los tantos existentes.
Desde hace mucho tiempo hablar contra la Revolución Cubana (y a favor) es un buen negocio. Los ejemplos no son precisamente escasos, y es que después de 1959 la Isla se ha convertido en un centro de atención fijo para la prensa internacional. Las palabras más apropiadas serían las que dijera un músico cubano residente en Estados Unidos, "el problema con Cuba es que la miramos con una lupa".
Desde que tengo uso de razón recuerdo que hemos estado sometidos a un bombardeo constante de críticas, a campañas mediáticas en el exterior y dentro del territorio nacional, pagadas y dirigidas por quienes no viven en Cuba. Eso es lo que me hace hervir la sangre.
No quiero que nadie se lleve la impresión equivocada. Estoy seguro de que nos encontramos muy lejos de ser la sociedad perfecta, de que nos falta muchísimo tiempo y esfuerzo para conseguir eliminar un cúmulo de errores que lastran el desarrollo normal del país; además considero que ejercer la crítica sobre cualquier asunto relacionado con nuestro destino como pueblo es un derecho y sobre todo un deber de cada cubano.
Pero no tolero, bajo ningún concepto, que esas críticas vengan de un lugar ajeno a esta tierra. Me parece una vergüenza que hacerlo se convierta en un negocio, uno muy bien remunerado debemos aclarar. Si el reproche viene de una de las personas que comparte a diario la guagua conmigo, que hace las colas, que se levanta cada mañana con cientos de preguntas sin respuestas claras y que ESTÁ AQUÍ, perfecto, ellos se han ganado el derecho de hacerlo.
Mas, quienes hablan de democracia y libertad de expresión mientras se llenan los bolsillos, viviendo de desabarrar contra cuanto les huela a Cuba, esos, al menos para mí, no se merecen la más mínima atención. Las "perretas" son cosas de niños pequeños y personas incapaces de sostener un diálogo sobre la base del respeto a la diferencia.

Plegarse a los posiciones de otros, por dinero u otro tipo de comodidades, siempre ha tenido un nombre: Oportunismo, uno de los defectos más despreciables. Si sus opiniones no coinciden con las mías, está en todo su derecho, nadie está obligado a pensar igual que que el resto. Pero por favor, trate al menos de tener convicciones propias, de saber por qué difiere o apoya determinada postura.

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